jueves, 10 de septiembre de 2015

Cercanía

Fue una tortura intentar dejar de beber sangre. Las primeras semanas fueron muy duras, pues el dolor que sentí en la boca del estómago era tan intenso como si una barra de metal al rojo vivo estuviera clavada en mi piel permanentemente y luego, se agregó una sensación de vacío y debilidad que con el pasar de los días me estaba provocando nauseas y temblores constantes.
Antes de recaer, Pamela me había ofrecido cenar con ella y no pude negarme... Estúpidamente pensé que podría alimentarme de lo que ella me preparara. Cariñosamente, me preparó unas papas salteadas con carne de vaca al horno, acompañando todo esto con vino tinto y una ensalada.
A las horas de comer, vomité todo... Mis órganos digestivos están podridos...
Aún así, no me arrepiento de haber probado esa comida... Comida humana... Comida preparada por alguien que estimo.






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