domingo, 5 de octubre de 2014

Ambivalencia

Anoche me bajó una profunda nostalgia...
He pensado en todo lo que me ha ocurrido en este tiempo y siento que esto me está enfermando...
La necesidad de comer me amarra a la bestia, generando en mí un frenesí difícil de explicar... Pero luego, cuando termino de saciar mi hambre, comienza la culpa... Esa horrible sensación de que lo que estoy haciendo no está bien.
Por otro lado, el anhelo de poder acercarme a los humanos, a esa mujer en específico, para sentirme conectado a ese Homo Sapiens que alguna vez fuí me pone ansioso y, luego de conversar con ella, siento que sólo me estoy torturando en vano... ¿Qué saco con intentar conectarme con ese humano perdido si la bestia lo domina? 
Es como una droga con todos sus efectos adversos incluidos...


Hoy quise confesarle un poco de estos sentimientos a Pamela... Le manifesté metafóricamente que padecía de una adicción y que la necesidad de saciar la angustia que me provocaba esta adicción me estaba matando.
Ella me miró como si yo fuese un pobre cachorrito abandonado y me cogió de las manos, diciéndome que me ayudaría a superar la adicción... "Fuese cualquier droga que fuese..." Me habló de lo positivo de reconocer que tenía un problema y que el siguiente paso era tomar cartas en el asunto.

¿Podría tener cura esta adicción? Esta pregunta me quedó rondando en la cabeza, pues tal vez la necesidad de sangre se trataba sólo de una adicción del que se podría uno rehabilitar si evitaba su consumo...

Decidí probar dejar de consumir por un tiempo y ver que sucede....


sábado, 9 de agosto de 2014

Las campanas del duelo se escuchan lejanamente

Estoy visitando de forma esporádica a la mujer ciega....
He estado confiando en que no puede ver mi rostro, por ende, ¿Qué voy a perder? Después de todo, un momento de actuación como un simple humano no me viene mal... En cierta forma lo añoraba.
Cada vez que golpeo a su puerta y escucha mi voz, ella se apresura en abrir la puerta y me saluda con una radiante sonrisa.
Inventé que trabajaba todo el día en la aduana y que por eso sólo podía visitarla ya entrando la noche... Ella lo comprendió.
Me ofrece té o café siempre y yo, aunque se lo recibo, termino disimuladamente vertiéndolo en sus plantas decorativas...
Se ha vuelto una rutina agradable ir a verla. Normalmente lo hago antes de comer, pues me preocupa que pueda percibir el olor de la sangre en mí.




Con el pasar de las noches, esas plantas a las que le vierto el café y el té, se han marchitado...

sábado, 12 de abril de 2014

Esa noche, decidí acompañarla a su hogar.
Le ayudé a incorporarse y caminé junto a ella sosteniéndola del brazo derecho.

No podría explicar qué fue lo que me motivó a acompañarla, tal vez la comodidad de poder conversar con alguien sin que saliera despavorido huyendo, pero por alguna extraña razón, me sentí cómodo y alegre de poder caminar junto a ella.

Mientras caminábamos, pude observar de reojo que la mujer era de tez muy blanca, casi como si estuviera muerta o muy enferma. Sin embargo, su piel hacía que sus labios carnosos y rojizos resaltaran mucho de su rostro.
Su cabellera era larga, ondulada y rubia. Sus ojos grises vacíos le daban un toque hermoso e inalcanzable.
Su cuello era esbelto y delgado, podía ver claramente sus suculentas venas...
Más abajo, estaba su busto, el cuál no era muy voluminoso, pero era perfecto desde el punto de vista estético, acorde a su cuerpo delgado y frágil...
- Mi nombre es Pamela...¿y el suyo?
- ¿Pamela?... - ¡Claro!... Algo había en ella que me hizo acompañarla, más allá de la comodidad de conversar con alguien que no me tuviese miedo, más allá de su atrayente belleza ... Algo tenía ella que me recordaba a... - ...Mi nombre...es...José...

Hace mucho tiempo que no pronunciaba mi nombre... Casi había olvidado cómo me llamaba... Me sentí aliviado de aún poder recordarlo...

- Mucho gusto, José... -

Sonrió. Esa mujer me regaló una hermosa sonrisa con unos dientes perfectos, blancos como la nieve y bien alineados en su boca.

- Aquí vivo yo... .- Apuntó un viejo edificio de tres pisos- Lo reconozco, porque cuento el número de pasos que recorro desde que salgo de aquí. 

Entonces la mujer, de forma voluntaria, me abraza suave y tímidamente:
- Le agradezco nuevamente que estuviera ahí...No sé que habría ocurrido... ¿Nos volveremos a ver?

- No creo que sea buena idea...  Usted no me conoce, no sería apropiado...

- Por favor, no creo que Usted sea una mala persona y me siento en deuda... ¿Vendrá a tomar una taza de té conmigo, algún día?  

-Tal vez... Algún día...-

Me volvió a sonreír y luego se dio la vuelta para entrar al edificio.

No tuve el valor de alejarla, ni tampoco la frialdad de aprovecharme de su debilidad y beber de su sangre.