domingo, 21 de noviembre de 2010

Dormida...


Me contuve por unos días de escribir, pues estuve un tiempo perdido en una nebulosa que se mantenía entre la realidad y la ficción...
Hace varios años que observo a Pamela y hace unos días logré tener una oportunidad que nunca se había dado; pude escabullirme por una ventana a su habitación y conversé con ella.
Esa noche noté que había dejado la ventana de su habitación entreabierta. No le preocupó mucho hacerlo, porque ella dormía en un segundo piso y difícilmente alguien lograría entrar por una ventana a su hogar si no fuese con ayuda de una escala, a excepción de mí, que fue casi como una invitación a entrar.
Logré trepar hasta su ventana y entrar fácilmente a su cuarto. Estaba en ese momento contento, aunque me pareció extraño el ambiente... Todo se veía un tanto... Lúgubre...
Me acerqué lo más que pude, intentando no despertarla... Pude ver su silueta que me daba la espalda, y sus risos negros esparcidos por toda la almohada, la hacían parecer una muñequita de porcelana... Tan indefensa, tan frágil.
Me quedé absorto admirando su belleza, hasta que me pareció oírla respirar con dificultad y soltar un suave sollozo mientras se encogía hacia una posición fetal.
Sólo en ese momento, me di cuenta que ella estaba llorando en sueños.
Instintivamente, apoyé mi mano izquierda en su hombro, esperando que eso pudiera calmarla. Pensé que tal vez se sentiría acompañada y dejaría de sufrir esa pesadilla por la que estaba pasando. Entonces, ella me cogió la mano, sin darme la cara y pronunció un suave y quejumbroso: "Te extraño tanto..."
Me estremecí... Sentí como si mil espinas me atravesaran todo el cuerpo... Quize llorar, abrazarla, abrazarla fuertemente y responderle "yo también..."... Pero no pude hacerlo... No sé explicarlo... En ese momento, la escena me parecía como si la estuviese viendo en una película, siendo un simple expectador consciente de que todo era fantasía.
-"Estás helado..." .- Susurró entre sus sollozos.
Fue su última palabra antes de que se diese la vuelta en su cama.
Logré zafar mi mano y escabullirme rápidamente entre las sombras.

Allí me di cuenta, que sólo estaba hablando dormida...

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